miércoles, 14 de diciembre de 2011

Te Recuerdo Amanda...

¿Conocen la canción “Te recuerdo Amanda?. Es una melodía suave y melosa en la que Víctor Jara cuenta con su voz y guitarra la historia de amor de dos obreros chilenos. Amanda y Manuel. Rodrigo de la Cruz llevaba un mes entero sin poder sacarse esa canción de la cabeza, todos los días, a las seis de la tarde, hiciese lo que hiciese, la canción venía a su cabeza como un huésped no invitado pero agradable.
“Te recuerdo Amanda... Chanchanchan…
La calle mojada…chanchanchan…”
 Tras treinta días seguidos con la misma cantinela, Rodrigo de la Cruz decidió buscar un modo para librarse de ella, no es que no le gustase, de hecho le parecía una preciosa canción, pero ya se sabe… Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Tras dejar volar su imaginación un buen rato, decidió que el único modo de librarse de aquella canción era hacer enamorar a dos conocidos suyos que, precisamente tenían los nombres de aquellos dos amantes que Víctor Jara evocaba en la canción. Un método extraño de librarse de su condena, pero igual que a grandes males, grandes remedios… a males raros, remedios raros.
Y así fue como se conocieron Amanda y Manuel: bajo los arpegios de la guitarra de Víctor Jara, bajo el hipnótico vaivén de su voz, bajo aquella preciosa historia de amor que Rodrigo de la Cruz no podía sacarse de la cabeza. Y claro, estudiando la misma carrera y teniendo en común aquella romántica canción, no les quedó otro remedio que el de acabar enamorándose. ¿Consiguió Rodrigo de la Cruz evadir su cita diaria de las seis de la tarde con la canción? No. Así que no llevéis a la práctica el dicho de los males y remedios raros. Lo inventé.
Amanda y Manuel terminaron sus carreras. Comenzaron a trabajar y se fueron a vivir juntos a San Sebastián tras dos años de despedirse de sus madres y con la solemne e improbable promesa de volver a comer a casa todos los domingos. Alquilaron un piso por seiscientos euros mensuales en una calle peatonal cerca de la playa de la Concha. Un apartamento de dos habitaciones, una para dormir y otra para amarse, la cocina y el salón los dejaron para los quehaceres de la rutina, aunque cada día tenían la suerte de inventar una nueva, y el baño quedó como un santuario prohibido donde el amor no podía entrar. Amanda se negaba a enfadar al espejo haciéndole ver cosas que no debía ver, temía que algún día le devolviese una imagen equivocada de si misma.
Manuel era un tipo sencillo, observador, de esos que te llaman la atención cuando los ves pero nunca llegas a saber por qué, de mirada pensativa y palabras concisas. Amante feroz, tierno y ensimismado. Le gustaba jugar a resumir un texto en dos palabras. Jamás había llorado, ni si quiera de bebé. Cómo le gustaba decir a su madre, Doña Concepción de la Torre, parecía que había nacido seco. Pero el hacerle beber tres litros diarios de agua desde niño no le dio la desdicha del llanto, sino la de seguir manchando las sábanas a los diez años. Los médicos nunca supieron a que se debía esta peculiaridad, pero tampoco le dieron mucha importancia. Nació hombre y punto. Declaró su padre dando por zanjada la cuestión.
Amanda era vivaz, risa y chispa pura, con una belleza muy suya y una dulzura como ningún paladar jamás degustó. Con un caminar fuerte y elegante, pero a la vez ligero y silencioso. Parecía que tenía los pies en el suelo y a la vez fuera a echar a volar. Tenía un cuerpo menudo y eléctrico. Manuel la tenía por bruja, decía que era capaz de hacer cien cosas a la vez sin perder la apariencia tranquila que la caracterizaba.
Se querían, tanto que a veces dolía. Conversaban horas y horas sobre libros y películas, sobre frases que acababan de leer, o sobre el ridículo nombre su casero. Daban interminables paseos a la orilla del mar hiciese el tiempo que hiciese,  les gustaba escuchar música mientras se amaban, seguir el ritmo con sus cuerpos, acompasar sus latidos a la canción. Escuchaban de vez en cuando “Te recuerdo Amanda”. Manuel solía decir que era  increíble como sólo una voz y una guitarra pueden transmitir algo así. Cómo era posible que una historia llegara al corazón a través de la música y la voz de alguien que sabe contarla. Como el rasgar de los dedos sobre las cuerdas, los silencios, la genial sencillez con la que se  transmiten las emociones hacen de una simple canción un absoluto regalo para el corazón.
No podían evitar abrazarse cuando estaban juntos, o darse de la mano al caminar, les gustaba jugar con las miradas, con  los silencios. El único momento en común en el que se separaban era en la noche, cuando tocaba dormir. Cada uno soñaba por separado, en su lado de la cama, respetando la intimidad onírica del otro. Manuel nunca recordaba lo que había soñado, pero siempre despertaba de buen humor, por lo que suponía que el sueño había sido agradable. Amanda… Amanda siempre soñaba los mismo, un sueño incomprensible que todas las noches desde que dormía junto a Manuel siempre acudía a ella. Todas las noches soñaba que su cuerpo disminuía y disminuía hasta convertirse en gota de agua. No era una transformación dolorosa, ni le causaba sensación ni angustia alguna, de hecho en todo momento sentía su propia consciencia, su entidad no cambiaba en modo alguno, podía pensar y reír cómo lo hacía habitualmente. Es más, hasta podía dirigir su propia entidad dentro del sueño, hablar, moverse, sentir la inmensa figura de Manuel reposando a escasos centímetros de ella… todo era muy real, demasiado.
Siguió este lujo transitorio que llamamos vida. Amanda y Manuel, cada día más enamorados que el día anterior pero nunca más que el siguiente, construyendo ladrillo a ladrillo su proyecto de vida en común, haciendo de la rutina cada día una novedad, dejando todos los días las mismas huellas en la playa de la Concha. Amanda siempre decía que algún día las huellas aparecerían antes de que el pie rozara la arena, que el mar seguro que ya las conocía.
El sueño de Amanda se mantenía inmutable ante los años, siempre igual, parecía que era lo único que jamás envejecía. Se convertía en gota, entonces se dedicaba a recorrer la casa de arriba abajo. Disfrutaba metiéndose entre los libros de las estanterías, o por los resquicios que quedaban detrás de los escritorios y los muebles, donde siempre había papeles caídos y olvidados, fotos o incluso un disco de Bob Dylan que largo tiempo atrás habían dado por perdido. A veces recorría el cuerpo de Manuel de arriba abajo, una deliciosa odisea en la que podía confirmar con la vista los detalles que las manos apenas intuían. Siempre, cuando en el sueño comenzaba a amanecer, volvía a la cama y retornaba mágicamente a su cuerpo original para despertar.
Amanda y Manuel comenzaron a salir el día 7 del mes 7. Y desde entonces, todos los meses durante los diez años que llevaban juntos se regalaban un libro y un disco de música. Al terminar cada uno su respectivo libro, se lo cambiaban, y así hasta el mes siguiente que ambos se sumergían en una nueva historia. Manuel siempre prefirió los clásicos de la literatura, consideraba a los escritores contemporáneos faltos de ideas. Amanda se sabía ver sabiduría en cualquier libro, decía que en un libro siempre está lo mejor de la persona que lo ha escrito, algo de su esencia, luego siempre lograba sacar algo inspirador de cualquier libro.
El día siete de diciembre de su décimo año juntos, en el momento en que se entregaron el nuevo libro y fueron a depositar los del mes anterior en la estantería de los libros y los discos se dieron cuenta de que no cabía ni uno más, así que encargaron una nueva estantería más grande. Una que ocupara todo el salón a lo largo.
Almacenaron todo lo que había en la estantería y la desmontaron. Fue entonces cuando aparecieron pegados a la pared unas cuantas fotos viejas y un disco de Bob Dylan. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Amanda desde el alma hasta los pies. El mismo disco que ella, soñando ser gota, había visto en una de sus excursiones por el hueco de la estantería. No hizo falta pensar mucho, lo supo en el instante que vio el disco. Supo aquello que muchas veces había pensado en sus delirios de soñadora. No soñaba que se convertía en gota de agua. Realmente lo hacía.
Aquella noche se acostó atemorizada, nerviosa sabiendo lo que ocurriría. En efecto, al quedar dormida, se vio convertida en gota de agua. Recorrió el cuerpo de Manuel, desnudo y firme, el mismo que hacía apenas unas horas había amado. Y al amanecer, volvió a su sitio de la cama para retornar a su cuerpo. Pero aquella mañana no, aquella mañana permaneció como gota. Aquella mañana comprendió que sería gota ya por siempre, aquella mañana su vida pasaría a ser su sueño.
No podría volver a amar a Manuel, no podrían entrelazar sus huellas en la playa, ni regalarse más libros, no, ni si quiera despedirse de él. Aquello era más de lo estaba dispuesta a soportar.
Con parsimonia, cómo si en el fondo siempre hubiese sabido que aquel era su destino, comenzó a avanzar hacía el dormido cuerpo de Manuel, trepó por su pelo, se deslizó por su frente y entonces, hizo lo que en susurros siempre había deseado hacer.
Se introdujo en el ojo de Manuel. Se condenó a ser su única lágrima. Aquella que nunca se llegaría a derramar.
Ese mismo día, a las seis de la tarde, por primera vez en diez años, Rodrigo de la Cruz no tarareó “Te recuerdo Amanda”




viernes, 25 de noviembre de 2011

Moraleja de arañas.

Día 1:

Despierto con una generalizada sensación de picor por todo el cuerpo, me rasco. Al tacto descubro que tengo los brazos y las piernas cubiertas de granos, picaduras de araña según parece por el tamaño y el aspecto. Siento un picor insoportable que consigo apaliar con ese milagroso invento de la ciencia llamado after-bite.

Vuelvo a la cama para buscar a la infame causante de mi padecer, y, tras levantar el colchón me encuentro con un pequeño nido de arañas. En efecto, no me equivocaba.

En la cocina, mientras desayuno unas deliciosas tostadas de tomate rayado con ajo, le cuento a mi padre lo ocurrido. Este, para mi indignación, sonríe y dice que esto me vendrá bien, que ya habré aprendido para que sirve hacer la cama y pasarle la espiradora de vez en cuando.

Me pongo manos a la obra, quito las sábanas y el colchón y hago una limpieza exhaustiva del somier con la aspiradora, quitando la telaraña y el pequeño nido, después paso la aspiradora por todos los recovecos del colchón por si acaso quedó algún huevo pegado. Después echo las sábanas a lavar y pongo unas limpias y nuevas con aroma a suavizante, hago la cama cuidadosamente y tras prometerme a mí mismo hacerla más a menudo vuelvo a aplicarme el after-bite.

Como reflexión me queda que es mejor perder un poco de tiempo haciendo la cama que estar una semana entera rascándome picaduras de araña. Está bien esto de ser desordenado y encontrarme en mi desorden, pero tampoco hay que pasarse.

Día 2:

No hago la cama.

Día 3:

Tampoco

"Cambia las superficialidades, la esencia, el "en si", no trates de cambiarlo, no debes."

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mi voto en un pozo

Vota, mete tu sobre en una urna,
siéntete auto-realizado por haber
cumplido tu deber para con tu país.

Duerme tranquilo, mañana nada habrá cambiado,
tu mundo de bienestar seguirá intacto.

Tu voto en un pozo.

El mío también.

viernes, 4 de noviembre de 2011

¿Salto o no salto?

Estoy en el tejado, 17 pisos, 75 metros de altitud, es mi oportunidad, tengo que saltar… ¿no es tan difícil no?
Desechemos la idea de que soy inmortal, idea por otro lado completamente cabal en una ética individualista tan común en estos días. Si yo dejo de vivir, todo deja de existir, luego no habría vida sin mí, así que dudo que los mecanismos que rigen el ciclo vital puedan permitirse el lujo de prescindir de mí. Da igual, obviemos esta aplastante lógica y pongamos que soy inmortal.
¿Por qué saltar? Si salto me mato (seguimos pasando por alto la idea de mi inmortalidad), pierdo este lujo transitorio que llamamos vida y voy a parar a un desconocido lugar, suponiendo también errónea la extendida y racional idea de que exista un tal San Pedro que te mande hacia abajo o te abra las puertas del cielo al morir. Lógicamente ese desconocido lugar no debe de estar tan mal… si no, no entendería esa costumbre que hemos desarrollado absolutamente todos los seres vivos de morirnos.
Mejor no pensar. Salto.
Así dejo de gastar y gastar dinero en busca de una vida más cómoda para llegar, eso sí, quizás a deshora (espero que tengan huecos para muertos precoces) a ese lugar por el que toda la vida nos pasamos luchando para llegar… llamadme espabilado si queréis pero… yo llego antes. ¿De qué iba hablando?, vaya, no me acuerdo de nada… ¿no se está nada mal aquí no?... y si antes estaba mejor, pues… Lo olvidé

lunes, 17 de octubre de 2011

Refresco

Viene de frente, lleva un pantalón azul eléctrico muy corto que deja ver una tersa piel morena que comienza a broncearse con los primeros claros de junio, sandalias simples de dedo y una camiseta básica oscura gracias a la cual se adivinan unas elegantes curvas. Lleva una mirada luminosa y, al verme saca a relucir esa inmensa sonrisa suya donde parece que cabe toda la alegría de este mundo.
Llega 10 minutos tarde, no se disculpa, no entiende la vida con prisas, nos saludamos con un silencioso abrazo que dura lo que tiene que durar, nos separamos, y tras una rápida mirada que empieza en los pies y acaba en los ojos, sonríe y orienta su cuerpo calle arriba, cómo invitándome a iniciar la marcha hacia un destino que seguramente no le importa.
A mitad de camino hacia el parque me detengo frente a unos chinos y compro un litro de no recuerdo que refresco, la digo si le apetece que la invite a algo, declina la oferta, estoy seguro de que más adelante beberá del refresco que en realidad, sabiendo que le gustaba, yo compré para los dos. Es curioso cómo funcionamos, yo compro algo que se que a ella le gusta con la certeza de que ella tomará de ese algo, pero a su vez la hago una oferta que se que declinará porque ella sabe que yo no beberé entero el algo que compré, y que tarde o temprano, bien porque yo se lo ofrezca, o bien porque ella me lo pida dejando ver una sonrisilla pícara, ella acabará bebiendo. Desde luego sería mucho más sencillo que yo comprase ese refresco sin más y que cada uno bebiese de él, pero entonces se perdería todo ese delicioso juego de sutilezas, miradas y sonrisas en que siempre acabamos convirtiendo un hecho simple como comprar un refresco.
Seguimos caminando hacia el parque, a veces me quedo ligeramente rezagado para deleitarme con su caminar, es un caminar elegante, decidido, combinando con un misterioso equilibrio la sutileza y la fuerza en un elegante vaivén de los pies, no puedo quedarme mucho tiempo mirándola así, no vaya a pensar que lo que realmente quiero es ver esas caderas suyas que a más de uno nos hace perder el seso. De entrada al parque me echa una mirada sonriente y señala la botella del refresco que anteriormente compré mientras pregunta si le doy un poco, la cara de satisfacción que pone cuando le acerco la botella me confirma que nuestro delicioso juego está en el momento de máxima emoción. Tras caminar un rato, decidimos sentarnos en un banco bañado de sombra  manchada de unas motas de sol que dejan pasar las hojas de los chopos imponentes que se alzan a nuestro lado.
Comenzamos a hablar de aquello por lo que nos habíamos citado, no recuerdo el que era, supongo que un pobre motivo que diría para ocultar la creciente necesidad de verla que me nace en el pecho todos los días. Hablamos y hablamos, me encantan sus labios, la expresión de su cara, cómo sitúa su cuerpo al hablar, ¡venga hostias, dale un beso!, seguimos hablando, me vuelvo loco si no me acerco más a ella. Apoyo mi cabeza en sus piernas. Venditas gafas de sol, que no delatan que mis ojos no hacen más que mirar los suyos. Seguimos hablando un buen rato, es una delicia oírla hablar… cómo si su voz dijera todo lo que dicen sus palabras, no hace falta escucharla para entenderla. Si agachase la cabeza la daría un beso. Cambio mi postura, espero que ella no me note incómodo, me pongo frente a ella, acerco mi cabeza a la suya… no lo suficiente, si se inclinara… Nada, seguimos hablando, juro que pasaría la vida escuchando esa voz. Digo alguna tontería, no por ser divertido, si no por ver de nuevo sus dientes de nácar luciendo entre esos labios que tanto ansío. No necesito más que ella, la tengo aquí, está conmigo a penas medio metro separan nuestras pupilas… pero están tan lejos…
Me mira, la miro, la miro mirarme,  es hora de irnos, de hecho la es desde hace una hora, sus ojos lo saben, los míos también.
Nos abrazamos, un abrazo más largo de lo habitual, más sentido… cómo para naufragar en aquel mar de emociones y no salir nunca a flote.
Nuestros ojos se despiden, nuestras bocas aún no han dicho hola. Ojalá mañana lo hagan.
Adiós.

En efecto, el bote de refresco está vacío.

martes, 12 de julio de 2011

Eso, venimos a ser nosotros


Juntos bailamos, o al menos lo intentamos, esta imposible coreografía de locos que viene a ser la vida.

El ruido seco de una hoja al caer de un árbol,
El invisible aleteo de las idas y venidas del viento,
El perfecto equilibrio del vacío de los labios al separarse.
La misma gota de agua que pasa por el río, siempre distinta, siempre igual, infatigable en el irónico juego de contradicciones y momentos simétricos que lo forma todo.

Eso, vienes a ser tú.

El más alegre compositor de melancolías ,
La última lágrima que queda por resbalar sobre tu mejilla,
El frío. El Calor.
La antítesis de lo humano y lo efímero en combate continuo tratando de encontrar el equilibrio en la cabeza de un alfiler.

Eso, vengo a ser yo.

La guitarra y la voz, que cómo los pies de un caminante se separan, se cruzan, se persiguen y se juntan hasta alcanzar la armonía perfecta que aguantará unos segundos y durará para siempre.
La partitura inconclusa de una sinfonía que aún no ha sonado y nunca dejará de hacerlo.
Las notas de un tango infinito e intenso y las manos de dos bailarines, siempre juntas y sin encontrarse.
El mar, el juego, la música, el tacto.
La noche, la pasión, la alegría y el llanto.
El siempre, el jamás, el donde , el cuando.
La vida, la risa, el odio... el te amo.

Eso, venimos a ser nosotros.

martes, 28 de junio de 2011

Conquistar palabras

¿Cómo conquistar una palabra?

Efímero, siempre se me escapa esta palabra, nunca la recuerdo en el momento de usarla, así que he pensado en acostumbrarme a ella, domesticarla vamos, así mis labios podrán pronunciarla cuando la necesite.
¿cómo domesticar una palabra?
Siempre hay una palabra que se nos escapa de los labios, una palabra algo compleja, de esas que cuando las necesitas nunca sale.
Nunca faltan en las conversaciones de calle, no surgen cuando hablas de trivialidades, son palabras que se utilizan en momentos distintos, especiales, cuando quieres describir algo maravilloso, contar una emoción o destripar con palabras un sentimiento. Son aquellas palabras que marcan la diferencia entre hablar y decir.
Para que esa palabra acuda a tus labios cuando la necesites, hay que domesticarla.
Piensa en esa palabra que a veces tu boca hecha tanto de menos, ¿la tienes? Ahora repítela en tu cabeza varias veces. Sintiendo todas sus sílabas, su entonación, sintiendo cómo su sonido refleja el propio significado.
El siguiente paso es desnudar la palabra, saborearla letra por letra, retener su aroma en el paladar y decirla lentamente, en un susurro, que vaya saliendo poco a poco al ritmo de la respiración. ¿lo notas?,¿ sientes cómo ya la vas interiorizando?
Ahora toca imaginar el efecto que causa esta palabra cuando la dices, el tono que le da a la frase, el placer que produce cuando la pronuncias. Ya puedes jugar con ella, escribirla, hacerla tuya, ya la has domesticado.
Pero cuidado, ahora posees la responsabilidad de cuidarla, de usarla en los momentos que merezca ser usada, debes tratarla con respeto, no convertirla en una palabra más, esta es ahora tu palabra, trátala cómo merece.

lunes, 20 de junio de 2011

¿Qué cabe en un beso?


Tu boca,
La brisa que emanas en cada respiración,
Tus labios…
el leve susurro que se les escapa cuando murmuran en el placar.
Tu voz,
una eterna melodía que entra por mi pecho.
El roce de tus labios al hablar, la música de tu risa,
El destello que emanan tus dientes de nácar cuando sonríes
al escuchar mi voz.
El aire que separa tu boca de la mía,
el aroma del deseo que se cuela entre nuestras respiraciones,
 la última mirada que nos echamos antes de cerrar los ojos para entregarnos
 al siempre en el jamás de rozar nuestras bocas y adorar el silencio del amor.

lunes, 6 de junio de 2011

El Orgullo de las Margaritas




Si alguien pasea alguna vez por un bosque, un parque, por un descampado, o cualquier sitio con algo de vegetación cuando llega la primavera, y se para a mirar un poco hacia abajo, observando lo que le rodea, seguramente logrará vislumbrar unas florecillas bastante pequeñas por lo general, de pétalos blancos y estambres amarillos. Es la típica flor a la que en las películas de amor, la chica con el corazón confundido le arranca los pétalos uno a uno diciendo…-¿me quiere?, ¿no , me quiere?.



Pues cuando valláis paseando y os encontréis con esa flor, sabed que se llama margarita.


Al igual que yo, Muchos os habréis encontrado a menudo con estas florecillas silvestres y las habréis mirado cómo a una flor más, sin notar nada raro en ella. Pues bien, os voy a relatar lo que me sucedió hace unos días.

Estaba yo en el parque de al lado de mi casa, paseando al perro de mi abuela como todas las tardes, cuando caminando por el césped me topé con un grupo de margaritas, que casualmente estaban en el único tramo de césped que no estaba cubierto por un árbol. Hasta aquí todo es normal.


Algún día más tarde pasaba con la bici por un pinar que queda saliendo del barrio por donde vivo, cuando en un claro del pinar, dónde ningún árbol tapaba el cielo, había otras cuantas margaritas, todas en el centro del claro, todas mirando siempre hacia arriba. En este momento, mi cabeza comenzó a elaborar un pensamiento, pero aún no sabía darle forma.

Pasadas unas cuantas semanas, fui con mi novia a la sierra, a hacer una marcha y pasar un día rodeados de naturaleza y alejados de la ciudad. Después de toda la mañana andando, paramos a comer en una praderilla que queda cerca de un arroyuelo de agua helada , ¿adivináis qué encontré en mitad de dicha pradera?, efectivamente, margaritas, todas mirando hacia el cielo. Fue en ese momento cuando me percaté de lo que les pasaba a todas las margaritas, siempre están en zonas donde no hay nada más altas que ellas, donde ningún árbol las tape la vista al cielo, y siempre están mirando hacia arriba.
¿Por qué?


Una vez en casa, movido por la curiosidad, me puse a buscar en los libros de ciencia a ver si encontraba la causa de este curioso fenómeno, pero en ninguno me lo aclaraban. Cansado de leer tanto libro de ciencia, abandoné mi búsqueda y olvidé de este asunto.
Fue unos mese más tarde, casualmente, leyendo en la biblioteca un libro de leyendas indias cuando encontré la respuesta al enigma. A continuación me dispongo a transcribiros la leyenda.

“El orgullo de las Margaritas”


Alguien se ha preguntado por que las margaritas siempre miran hacia arriba?, ¿Por qué no crecen donde haya algo más alto que no las deje ver el cielo?


Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, cuando ni el matamoscas había sido descubierto, las margaritas eran unas flores tristes que crecían en cualquier sitio , siempre estaban quejándose, es cierto que no eran las flores más bonitas, de hecho… no lo son, pero tampoco son feas, todo lo contrario, es una flor que siempre alegra el paisaje. Pues bien, las margaritas siempre andaban quejándose de que había flores más pequeñas que tenían colores más bonitos, que las gustaban más los rojos pétalos de las amapolas que los e eran suyos. También se quejaban de que eran y muy débiles y pequeñas en comparación con los arbustos, y mucho más si se comparaban con los árboles. Un día, el Dios del Bosque paseaba por sus tierras entre los árboles y molesto por tanta queja, preguntó a las margaritas:
-¿ De qué os quejáis tanto?, ¿ qué es lo que os pasa?


- Nuestros colores son muy pobres en comparación con otras flores, somos muy débiles al lado de los árboles, y nuestros pétalos son más pequeños que los de muchas otras flores. Respondieron angustiadas las margaritas.


Viendo tanta tristeza y tanto afán por ser las flores más bonitas, más altas y más fuertes, el Dios del Bosque se compadeció, y las prometió que atendería sus peticiones. Las margaritas, maravilladas, escucharon su promesa.


Dijo entonces el Dios del Bosque:


-A partir de ahora, las margaritas serán las flores más bellas, más altas y más fuertes, y sus colores serán más bonitos que los de cualquier otra flor
Entonces el Dios del bosque, las dijo que, a cambio, siempre debían estar mirando hacia arriba, siempre hacia el cielo, y que desde ese momento sólo debían crecer en los claros, donde nada las pudiese tapar la vista del cielo.


Fue así cómo el Dios del Bosque engañó a las margaritas, y es por eso, que las margaritas se creen la flor más alta, más fuerte y más bella, porque nunca miran abajo ni a los lados, donde pueden ver otras flores más bonitas. Y es por este engaño, que las margaritas se creen más altas y más fuertes que los árboles, porque desde aquel momento, nunca han vuelto a ver otra cosa que no sea el cielo.

viernes, 3 de junio de 2011

El pasado

El pasado .

El pasado deja a veces un hueco en el alma que algunos no consiguen llenar .El pasado turbio sirve al optimista para creer un futuro mejor y al pesimista para verlo aún más negro. Algunos quedan refugiados en la calidez del pasado y así no afrontan las dificultades que se les presentan día a día, otros olvidan el pasado y creen que nada de lo vivido cuenta en cómo son ahora, creen que lo único que condiciona su persona es el presente. Cada individuo, imperfecto y humano, es la suma de los actos que en el pasado le acontecieron, es el resultado de una gigante ecuación, en la que afecto, sueños, ilusiones y pasiones son los componentes complementarios a lo vivido en el pasado, la forma de afrentar el presente, y las esperanzas para el futuro.

Somos fruto del primer beso que dimos, del primer regalo recibido. Somos la florida primavera que sembró nuestro primer amor, nuestro primer sueño cumplido. Somos el otoño de las amargas separaciones, las esperanzas que se nos frustraron y los errores que nos atormentan aun años después de cometidos.

El presente es esa primavera y ese otoño, el presente no nos sirve para cambiar ese error pasado, nos sirve para no volver a cometerlo. El presente es la oportunidad deseada para remediar los daños causados en el pasado y para cumplir los sueños que hace unos años creíamos imposibles.

En cuanto a ese hueco en el alma que a veces no logramos llenar, tapémoslo con la ilusión del día a día, con el aroma de las pequeñas cosas… tapémoslo con el amor.

sábado, 21 de mayo de 2011

Sol, las ideas en la calle


Hoy las ideas salen a la calle,
la gente que piensa se une y gritan que el mundo es suyo.

Hoy las ideas salen a la calle,
El pueblo ha hablado, el negro, el progre, el gitano, el de derechas y el de izquierdas no piensan en sus diferencias, todos son ciudadanos, todos osn personas que de una forma u otra buscan lo mismo, la libertad.

Hoy las ideas salen a la calle,
la hipocresía gime angustiada en los despachos,
las utopias salen del imposible para alojarse en las mentes de aquellos que las han soñado,
Hoy el individuo piensa como uno, se siente como todos.
Por los caminos al exilio corre el corrupto, huyen los viejos y corrompidos sistemas a la tierra del olvido.

Hoy las ideas salen a la calle, ser español deja de ser algo de lo que avergonzarse, de los libros salen las palabras que inspiraran los nuevos pensamientos.

Hoy las ideas salen a la calle,
hoy por un día no nos juzga la ley, nos juzgará la historia.
Hoy, por primera vez, somos los escritores de nuestro futuro.
Escribamos un libro que nunca se olvide.

lunes, 2 de mayo de 2011

Dia gris


Hoy llora el mundo lágrimas de sangre
De las nubes caen las penas que los muertos gritan.
El cielo gris opaco como un techo infranqueable
no deja que los sueños lleguen arriba.
El verde de abril no es hoy tan verde,
Todo queda sumido en un pesar que nadie entiende,
Los pájaros, por acuerdo mutuo,
cantan una misa de réquiem a la muerte del mundo.
La flor no luce hoy tan colorida,
luce una capa de gris melancolía.
Pierde la más bella canción su melodía
ante el triste ritmo de este aciago día.
Hoy Serrat no suena a gloria,
Pierden todo su amor los versos de Neruda,
A libertad saben las coplas a muertos,
Hasta la más bella voz parece muda.
Muere hoy a manos del hombre la diosa Paz.
Guerra ocupa nuestros templos.
La muerte deja de ser un pesar.
Los santos son de sangre sedientos.
Llora el rio al que le han quitado su sangre
Se lamenta el mar por los hijos exterminados
Se lamenta la tierra al ver que su creación
se destruye a golpes de codicia.
Duele ver tanta vida condenada al sin vivir,
El humano deja de ser humano,
Acaba la vida,
Comienza la supervivencia.

miércoles, 27 de abril de 2011

¿Quieres nacer?

Hola hijo
te escribo para preguntarte si quieres nacer...

¿Quieres que te traiga al mundo?
aqui matan por dinero,
contaminan el mar bello y profundo.
¿Quieres ver el sol ponerse en el monte?
¿quieres ver morir el mar en el horizonte?
Aquí se paga mas por cultivar la belleza
que por cultivar el alma
Aqui no se valora la entereza,
se valora el poder y las armas
Aunque tambien tenemos razones
para no volarnos de un tiro los corazones,
tenemos sentimientos, casualidades...
tenemos ideales, sueños a raudales.
Lo mejor y lo peor hay aquí en un día,
por ello te pregunto si quieres, hijo, la vida.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Muerto de vida (relato de un vagabundo)

Hoy hace menos frío del que me esperaba, si para de llover igual logró secar la manta y la otra muda que me queda. Desayuno una torre de sándwiches algo rancios que encuentro en el contenedor que hay en la puerta trasera del bar de enfrente del edificio en eterna e interrumpida construcción donde he pasado la noche. Con esta van 345 noches sin colchón, y 300 sin cuatro paredes y techo cerrado. Tan exquisito desayuno me da fuerzas para realizar la tarea que tengo en mente. Recorro el edificio abandonado y sin terminar, en busca de más posibles inquilinos o de alguna cosa que pueda serme de utilidad. Encuentro tan solo unos cuantos cartones extendidos, ignoro si alguien ha dormido en ellos recientemente, pero a mí me vendrán de perlas para las noches siguientes. Escondo bien mis escasas pertenencias y salgo a la calle a buscar algo de comida. Voy al parque, donde mi paso interrumpe a un numeroso grupo de chavales que se divierte bebiendo alcohol. Les envidio, hace tiempo que olvidé aquella época en la que el alcohol era un mero pasatiempo. Dudo que alguno de ellos descubra que también puede ser un solitario compañero.
Localizo los supermercados de la zona y me informo de su hora de cierre, es increíble los manjares que arrojan a sus contenedores de basura cuando cae la noche. Me hago con unas cuantas naranjas que devoro con ansiedad y con un buen pedazo de chocolate medio derretido que me sabe a gloria. Llevaba casi un año sin probar el chocolate ¡un año!, casi había olvidado el placer que se siente cuando se derrite en tu paladar. Una lástima esta miseria que de tantas dulces nimiedades me priva. Con el estómago lleno por primera vez en mucho tiempo vuelvo por las callejuelas a mi nueva casa, me cruzo con varias personas que rápidamente se cambian de acera, es irremediable, lucho contra ello, pero no puedo, parece que ya a la distancia se nota que soy un indigente, sienten en el ambiente cómo alguien que puede perturbar su felicidad se acerca, quizás el hedor de la miseria ha cuajado en mí más profundamente de lo que pensaba.
Duermo relativamente bien, por la humedad de mis pantalones al despertar intuyo que el largo tiempo sin sentir calor de mujer comienza a causarme estragos, pero qué le voy a hacer, ninguna mujer quiere acercase a un indigente solitario con la cara picada por la viruela y el cuerpo quemado por la miseria. Cómo alguna de las cáscaras de las naranjas que engullí el día anterior, guardo alguna previendo un mal día, a demás saben tan mal que no puede ser bueno comerse muchas. Ha llovido toda la noche, no se va del aire esta maldita humedad que me está pudriendo hasta los huesos, ya casi no siento el frío, con el tiempo me he aliado con él, pero está humedad me está matando, siento que ya no me queda sangre, que sólo agua putrefacta corre ya por mis venas.
Deambulo todo el día de un lado a otro, están todas las tiendas cerradas, y en los contenedores sólo quedan restos de comida que hasta las ratas han despreciado. Vuelvo al anochecer a mi refugio, donde encuentro a un compañero de profesión, que amablemente me invita con un gesto a compartir la botella de ginebra que ha conseguido cómo alimento a lo largo del día. Veo que no tiene manta, le cubro también a él con la mía, que aún húmeda y raída, cumple fiel con su cometido. Bebemos en silencio, su historia no me importa, la mía tampoco a él, ¿para qué hablar?, ¿para buscar un consuelo que ninguno encontrara?.
El alcohol cumple bien con su tarea, nos da la compañía y el consuelo que nosotros no podemos ofrecernos mutuamente, y así, borracho de mierda y de desesperación caigo dormido con la que creo que fue la primera sonrisa en mucho tiempo.
Despierto a mitad de la noche, me han abandonado mi manta y mi compañero de soledades, el frío ha dejado de ser un aliado, y junto con la humedad hacen estragos en mi cuerpo, me tumbo, intento perder la conciencia, sufro demasiado, quiero dormir hasta que esto pase.
Abro los ojos, el frío me ha abandonado, tengo mucha hambre y sigo empapado, pero al menos puedo pensar… ¡el cartón!, quizás logre prenderlo si las cerillas que guardo en el bolsillo, no están muy mojadas. Hago fuego al cuarto intento, se que será breve, no hay mucho cartón, y una parte está mojada, me arrimo a él, me quemo pero no me importa, se que lo quemado al menos está seco. Aún así nada, sigo como adormecido de hambre y de asco, me quedo todo el día sentado, termino las cáscaras de naranja ya algo enmohecidas, y hasta me saben bien, ya cae la noche, oigo ruidos en el piso de abajo del edificio, quizás otro vagabundo en busca de cobijo, pero no, se oye a un grupo, y suben las escaleras, hacen muchísimo ruido.
Aparece un grupo de chavales jóvenes, niñatos, todos borrachos y con palos y botellas rotas en las manos, buscan diversión, la han encontrado, son unos ocho, ninguno pasa de los veinte, no me voy a mover, toso como un tísico cada vez que me levanto, así que no me moveré, que se diviertan, que acaben conmigo, así acaban con todo esto, ya me da igual, no creo que me hagan sufrir más de lo que ya lo hago, así que les miro, eructo, cierro los ojos y me agazapo, me dispongo a morir tal y como he vivido. Miserable.

lunes, 21 de febrero de 2011

Un breve y eterno relato.


Tú mirándome a mí mirándote a tí mirándome a mí. Y así, abrazados, ajenos al mundo no vemos más que el reflejo de nosotros en la fusión de nuestras pupilas. Burlamos a cronos, enjaulados en nuestro siempre en el jamás que termina donde todo empieza.

sábado, 19 de febrero de 2011

Sueños para el olvido





La piel que roza la sábana,

la música del lento latir,

la leve brisa que emana

la boca al dormir.


Poesía en cada sonido,

silencio que la respiración quiebra,

es la canción del dormido,

es la ley del que sueña.


Sueños para el olvido,

tan ténues y fugaces...

sueños aún no vividos,

de tragedias y debacles.


El sueño del fugitivo,

el que huye de la memoria,

el condenado a ser perdido,

en el devenir de la historia


Lloro a oscuras cada día

el sueño que mató el despertar,

enterrado en la rutina,

yace ahogado en soledad.


Cuando el recuerdo resucita

el sueño muerto que no volverá

¿Qué más da que lo escriba?

otro sueño vendrá.


LLuvia, llanto por los sueños muertos,

lloran los sueños aún no soñados.

Vida, almas que luchan por sueños,

sueños que no han despertado.

lunes, 31 de enero de 2011

Madrid en invierno...


Eternos caminos que los faroles no hacen más que oscurecer,

Un infinito rio de coches donde los pensamientos naufragan,

Mendigos que observan la vida correr,

LLantos y gritos que la oscuridad se traga.


Ciudad cuya música son las sirenas,

una mezcla hostil de culturas,

profundas bocas de metro donde se entierran las penas,

noches de insomnio, de sangre y suturas.


Gente que llora con un libro en la mano,

historias de odio, de muerte, de hermanos

miles de momentos para amarnos...

Millones de sueños donde un capricho darnos.


Mujeres luciendo lo que no tienen,

hombres mirando lo que lucen las mujeres.

Lana cubriendo las manos que escapan de este frio eterno,

¿que coño esperabas?

Madrid en invierno



sábado, 29 de enero de 2011

Las princesas muertas ya no importan. no quedan principes para ellas


Muerta, ella está muerta, hace un calor infernal y noto como caen por mi espalda gotas de sudor que siento heladas. No hay terror en su cara, si no fuera porque no veo sus senos moverse al compás de su respiración diría que aún está soñando con lo que debí de hacerla anoche. No me acuerdo de nada, iba ebrio, aún puedo sentir el duro sabor del ron retorciendose en mi paladar. ¿Quién es ella?, ¿Una mujer más despues de una larga noche más?. Ahora haré lo de siempre, salir de su habitación y de su vida para volvérmela a encontrar borracho otra noche y no recordar ni su rostro ni su sexo. No, ella está muerta, pero, ¿por qué?, ¡mierda!, si lograra escapar de este maldito calor quizas lograra aclarar las ideas, y ese maldito sabor a ron... Voy al baño, está sorprendentemente limpioy froto furiosamente mi cara con las manos mojadas de una agua que se me antoja cómo un antídoto divino contra esta ansiedad.

Alguna imagen cruza mi cabeza,¡ya recuerdo!, el bar de putas, fui a buscar al "Dreje", hacía mucho tiempo que no me metía nada y le pedí un poco de caballo... nada fuera de lo normal. Ahora me acuerdo sí, ¡Diablos!, casi puedo sentir cómo me subía aquella mierda, ¿y luego qué?, ¡piensa,piensa!

La miro, es realmente bella, un mechón de pelo rubio cae inerte sobre su hombro blanquecino, ¡buff!, si no estuviera muerta... No hay sangre en ningún sitio, examino su cuerpo en busca de aquello que pudo haberla matado, pero nada, sólo encuentro unos rasguños en las rodillas y un imperceptible picotazo en el antebrazo,¡Joder que buena está!

Vuelvo al baño, otra vez este puto calor que no para de acosarme la conciencia, me seco las gotas de sudor que resbalan por mi torso desnudo con una toalla roja que encuentro en un pequeño armario, vuelvo a la habitación, no , demasiado calor, enciendo el grifo y me meto en la bañera, un poco de agua fresca servirá para aclararme las ideas y la memoria.

Ahora recuerdo algo, sí, ella se me acercó cuando salía del baño, iba relamente ebria, vodka si mi memoria gustativa no me engaña, me agarró con firmeza por la cintura y me metió una botella de ron en la boca, bebí un largo trago, y a continuacion...¿Qué?

Vuelvo a vestirme, parece que mis pantalones corroen la piel, pienso y pienso tratando de recordar que diablos hice anoche. mi corazon late tan fuerte que parece que quisiera quebrarme el esternón y salir disparado. ¡He de recordar como sea! encuentro un cigarro arrugado en el bolsillo trasero de su chaqueta gris, el ambiente es tan ardiente que parece que pudiera encenderlo con rozarlo con una pared. Inspiro profundo, quiero inundarme los pulmones de humo, el humo aclara las ideas.
diviso algo entre la niebla: me besaba con fuerza, un beso desesperado, parecía que me quisiera arrancar los labios, me llevó a su habitación y me hizo el amor con furia, me arrancó la ropa y se aferró a mí como si temiera que una fuerza sobrehumana fuera a llevársela en cualquier momento.

¡Se acabó!Ella sabía que iba a morir, se lo noté en la desesperación de su boca y en el sentimiento amargo de su sexo. Había una incosciente despedida en aquella furia con la que se movía, detrás de tanto vodka y tanta pasión había una despedida.! Sí, yo no ice nada, yo no la maté, y aunque fuese así,¿a quién le importa?. A nadie, ¿quién es ella? Una puta más en esta corrupta ciudad donde la droga y la muerte son las diosas a las que se idolatra. al fin y al cabo solo es una puta, el escalafón más bajo, la última mierda por la que nadie se preocuparía, ¿y mi conciencia? ¡al carajo con ella!.

Me visto, tapo mi rostro con mi pañuelo y salgo con paso taimado por la puerta.
Debo ir a casa, la vida sigue con sus putas muertas y sus yonkis tirad0s enlas aceras.Giro la esquina del pasillo y salgo a la calle. Vuelvo de nuevo a zambullirme en el rio de coches y gente con grandes esperanzas truncadas...